viernes, julio 21, 2006
Estreñimiento literario
Sentado en mi comoda silla de plástico, con mi taza de café a un lado y escuchando el último disco de Estopa por decimoquinta vez consecutiva, me quedé pasmado al ver que mis manos, al estar encima de su preferida amante, el teclado, estaban inmóviles.
Me explico: cuando escribo lo hago mirando el teclado, viendo cómo mis dedos se mueven a la velocidad acostumbrada de una secretaria ejecutiva monolingüe y dejando que mi loquilla imaginación haga de las suyas con sus amigas incondicionales Microsoft Word o el Notepad de Blogger. Producto de este menage a trois sin ningún tipo de protección sale como hijo alguno de mis pensamientos desde el fondo del vaso.
Pero hoy día caí en cuenta que estoy pasando por ese proceso que todo escritor - aspirante, en mi caso - tiene cada cierto tiempo. Lo llamaré "Estreñimiento literario". Se define como aquel período de tiempo en el cual, por más que esfuerce la mono-neurona, no se podrá deleitar al público lector de la manera que uno desea.
Para mi, el proceso de escribir es muy complejo. Intento combinar los hábitos de mis ídolos de la literatura, como son Bryce Echenique, Mario Vargas Llosa, y lo que mis profesores me han enseñado en mis clases de redacción periodística en la PUCP.
En mi época más fértil fue el período que va desde mis 14 y 16 años en la cual logré que uno de mis escritos salga publicado en un diario del interior a la tierna edad de quince años. Emulé al escritor de la "Fiesta del Chivo" cometiendo un sacrilegio familiar al estar involucrado sentimentalmente con mi prima, tres años menor que yo, durante todo ese tiempo. Esa es una historia aparte, que se las contaré en algún momento. Producto de este amor salieron, entre otros:
- "Almohadas ahogadas": Parafraseo de mi diario antiguo, el cual tiene como momento los últimos meses que estuve con ella. La aparición de su mejor amigo y la muerte del "Christian Celoso", que luego me la terminó arrebatando, para mi bien.
- "Celeste, aunque me cueste": Metáfora del cuento que siempre me contaba mi papá sobre el niño loco que le quería pegar al sol con una roca, en el cual estas últimas eran mis poemas anónimos hacia una chica que se llamaba Celeste, de la cual nunca más volví a escuchar ni a ver.
- "Encerrado en una discoteca": Breve narración de una de mis salidas con mi prima. Horrible ... a partir de ahí odié y odio a las chicas cursis y celosas.
Como recopilación, conjuntamente con mi entrañable amigo Luis Miguel Auza, comenzamos a escribir los primeros bocetos de lo que después sería el "Libro del Nathan Murthi" ... a partir de cual yo comencé a escribir mi primer libro, titulado "Ética para el Castor: El Arte del Buen Gileo".
Luego, después que mi prima me traicionara con uno de sus mejores amigos del colegio - y yo también, con una chica que conocí por internet - emulé, y lo hago hasta ahora, los hábitos del autor de "Un mundo para Julius" cuando comencé a corregir borracho mis cuentos más populares entre mis amigos, como son, entre otros:
- "Tan normal y tan extraño": Drama en dos actos basado en mi tórrida historia con Paula Maric, la cual mi estimado profesor Juan Gargurevich sólo llegó a la segunda hoja.
- "Exiliado": Cuento rítmico que es la continuación de "Tan normal y tan extraño". Basado en mi soledad real entre el tiempo de Paula y el tiempo de Cynthia. Categoría XXX, a excepción del paréntesis de "La Popis".
- "Mala, malita, mala": Tercera parte de "Tan normal y tan extraño". En esta historia Paula regresa y yo me encuentro en la disyuntiva de decidir entre mi actual enamorada y la que fue mi primer amor. Obviamente, ficticio.
- "Pensamientos desde el fondo de un vaso": Extraña combinación de prosa y verso, con algunos sonetos hechos a la medida para cualquier persona que desee adquirirlos a bajo precio. Cursis y no cursis. Redactado en escritura automática acerca de lo primero que se me vino a la mente. De aquí lo más rescatable fue mi plan de trabajo para conquistar a mi actual enamorada, la cual finaliza con esta frase digna de haber sido pirateada de Neruda o Bécquer: "Te amo más que a la pizza y al Real Madrid".
Hasta que llegué a la Facultad de Ciencias y Artes de la PUCP, donde me encontré con El Tío Juan Gargurevich, que de un par de sablazos con su lapicero rojo y sus ácidos comentarios, hizo caer abajo toda una época en mi novel modus operanti. Me puso como límite seis líneas por párrafo, exterminio de la palabra "un/una". ¡Cometió el sacrilegio de ordenarme que escriba un cuento en cinco líneas, usando de base una frase arbitraria!
Para mi fue un parto. Mi mono-neurona quería estallar. Salía de las clases con una migraña horrible, odiándolo por un momento, pero con la satisfacción de haber aprendido la lección.
Pero no me va a negar que mi versión de "Los Tres Chanchitos" fue una cosa de locos. Hecho a la medida de un cuento para niños, que combina mi experiencia con muchos amigos porcinos en Curahuasi y el dichoso cuento de hadas. Lo malo es que tiene un final horrible. Pero ... ¿qué le podía hacer?
Como verán, me fui por la tangente.
Para mi el escribir es sentarme en mi computadora, alrededor de la medianoche, ponerme a escuchar las últimas canciones de Estopa o Modern Talking, tomar un vaso de café y dejar que las eternas amantes se unan y me produzcan un hijo más.
Quizá si Gargu me hubiera dejado aunque sea escuchar música, hubiera sacado más nota como promedio final del curso.
Pero en fin ... como todo extreñimiento, siempre tiene su liberación. Como su mismo nombre lo dice, lo primero que saldrá será una mierda. ¿Ven?
Y creo que fue este pequeño escrito...
Ahora si puedo ponerme a escribir los cuentos que le prometí a mi enamorada por su viaje a Japón. Obviamente, también los podré aquí.
SÓLO NO ME LOS PIRATEES PE' VARÓN ...
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